Sinopsis
Con motivo de su matrimonio, Justine y Michael dan una suntuosa recepción en la casa de la hermana de Justine y de su cuñado. Mientras tanto, el planeta Melancholia se dirige hacia la Tierra.
COMENTARIOS DEL DIRECTOR
FRASE
Una preciosa película acerca del fin del mundo.
COMENTARIOS DEL DIRECTOR
Fue como despertarse de un sueño. Mi productora me mostró un boceto para el cartel. “¿Qué es esto?”, pregunté. “Es la película que has rodado”, contestó. “No me digas eso”, exclamé, atónito. Veo los tráileres, las fotos… todo me parece una mierda. Me siento fatal.
No me malinterpreten… He trabajado en esta película durante dos años. Ha sido un placer. Pero quizá me haya engañado a mí mismo. Quizá he caído en la tentación. Nadie ha hecho algo mal, todo lo contrario. Todos han trabajado fielmente y con talento hacia el objetivo que yo, y solo yo, había definido. Pero cuando mi productora me enseña los hechos, tengo escalofríos.
Es pura nata montada, ¡una película de mujeres! Estoy dispuesto a rechazar la película como si fuera un órgano equivocado recién trasplantado.
Pero ¿qué quería? Partí de un estado mental y deseaba tirarme de cabeza al abismo del romanticismo alemán. Wagner a la enésima potencia. Eso sí lo sé. Pero ¿no es otra forma de expresar la derrota? ¿La derrota hasta el denominador común cinematográfico más bajo? Se abusa del romance en un sinfín de formas aburridas en las películas comerciales.
También debo reconocer que he tenido relaciones de amor muy felices con el cine romántico… obviamente con Visconti.
El romance alemán quita el aliento. En Visconti siempre había algo que elevaba la trama por encima de la trivialidad, la elevaba hasta convertirla en obra de arte.
Estoy confuso y me siento culpable. ¿Qué he hecho?
¿Se acabó von Trier? Me agarro a la esperanza de que haya un hueso entre la nata que pueda romper una muela… ¡Cierro los ojos y espero!
Lars von Trier, Copenhague, 13 de abril de 2011
La añoranza por el fin de todo
Será mejor hablar desde el primer momento del final de la película MELANCOLÍA, de Lars von Trier. Todo el mundo muere. No solo los invitados a la maravillosa boda que se celebra al principio de la película en un castillo de lo más romántico rodeado por un campo de golf. Y no solo la vida en la Tierra. En el mundo que evoca el realizador danés, estamos solos en el universo. El abrazo cósmico de nuestro planeta con uno diez veces mayor, MELANCOLÍA, marca el final de la vida tal como la conocemos.
No puede haber un fin más drástico. Según dice von Trier, con ese humor alemán tan típico suyo: “En cierto modo, la película tiene un final feliz”.
Voy a ver al director en su despacho-salón en la Ciudad del Cine de Avedore, cerca de Copenhague, un soleado día de primavera, cuando todo renace y reverdece, y no es una coincidencia que empecemos por el final. De hecho, el final ya estaba decidido cuando empezó a desarrollar la idea de MELANCOLÍA, y supo inmediatamente que el público debía saber este final muy al principio.
“Pasa lo mismo en Titanic”, dice, mientras se coloca en su posición favorita de “entrevistado”: reclinado en unos cojines verdes, con los brazos detrás de la cabeza. “Cuando embarcan, ya se sabe que va a ocurrir algo con un iceberg gigante. En mi opinión, pasa en la mayoría de películas”.
Nils Thorsen, autor de The Genius – Lars von Trier’s Life, Films and Phobias (El genio – Vida, películas y fobias de Lars von Trier)
El germen de MELANCOLÍA
Seguimos a dos hermanas hasta el amargo final. Justine, interpretada por Kirsten Dunst, es una melancólica por la gracia de Dios a la que le cuesta encontrar un lugar en el mundo y cumplir con todos los rituales vacíos, que se siente más cómoda cuando se acerca el fin del mundo. Su hermana mayor, Claire, a la que da vida Charlotte Gainsbourg, disfruta del mundo y le cuesta despedirse de la vida.
“Creo que Justine es como yo. Está basada en mí y en mis experiencias con las profecías del día del juicio final y con la depresión. Pero Claire es una persona… normal”, dice Lars von Trier, riendo, al que ha perseguido la ansiedad durante toda su vida y que cada vez que oía un avión cuando era niño estaba convencido de que había empezado la III Guerra Mundial.
La primera vez que fui a ver a Lars von Trier para el libro, estaba buscando una idea para su siguiente película. Visitaba museos y escuchaba música para inspirarse; dejaba caer ideas y trozos de trama que he redescubierto en la película. Pero el objetivo principal no era la película, sino su bienestar personal.
Su trabajo consistía en paseos programados y horas de oficina con la idea de salir progresivamente de la depresión que se había apoderado de él unos años antes. Lars von Trier es un melancólico de nacimiento. En las épocas que no rueda, y podría disfrutar, cae en picado. Se siente mucho mejor cuando hay pánico a bordo y todo depende de él: el equipo técnico, los actores, los inversores, los diálogos y la trama. Sin mencionar el idioma cinematográfico en sí, al que hay que infundir unos cuantos neologismos mientras busca una forma de pisar los pies de la cultura, la política o la ética.
“Mi psicoanalista me dijo que normalmente los melancólicos son más sensatos que la gente normal cuando se encuentran en una situación desastrosa, en parte porque pueden decir: ‘Ya te lo había dicho’”. Se ríe antes de seguir. “Y también porque no tienen nada que perder”.
Nils Thorsen, autor de The Genius – Lars von Trier’s Life, Films and Phobias (El genio – Vida, películas y fobias de Lars von Trier)
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